Las compañías a veces deben unirse con gobiernos, ONG e incluso rivales para poder capturar el beneficio económico del progreso social.
En el pasado, las empresas raramente se percibían a sí mismas como agentes de cambio social. Actualmente la conexión entre progreso social y éxito en los negocios es bastante clara. Existen muchos ejemplos: el primer programa a gran escala para diagnosticar HIV en Sudáfrica fue introducido por una compañía minera para proteger a su fuerza laboral y reducir el ausentismo. Éste y otros ejemplos son abordados por el artículo “El Ecosistema del Valor Compartido (Shared Value)” publicado en el Harvard Business Review de octubre, donde también se analizan los principios del Impacto Colectivo (Collective Impact) y sus elementos básicos.
Si los negocios pudieran contribuir al progreso social, muchos problemas como la pobreza, la polución y las enfermedades disminuirían, y las ganancias de las empresas crecerían. Es por eso que en los últimos años crear Valor Compartido, lo cual implica buscar éxito financiero de forma que también genere beneficios sociales, se ha convertido en algo indispensable para las corporaciones. Compañías que solían enfocarse únicamente en asuntos propios, han encarado significativas iniciativas de Valor Compartido, desde donde aportan su experiencia y sus modelos de escala para solucionar temáticas globales complejas.
Ciertas cuestiones se encuentran fuera del alcance de cualquier compañía o actor, por separado. Para que el Valor Compartido resulte eficaz, las empresas deben participar de coaliciones. Gobiernos, ONG, compañías y miembros de la comunidad tienen roles esenciales que desempeñar, y muchas veces lo hacen de forma opuesta y separada. El movimiento llamado Impacto Colectivo ha facilitado colaboraciones exitosas, reuniendo a diversos actores de un mismo ecosistema para promover el cambio.
El Impacto Colectivo está basado en la idea de que los problemas sociales aparecen y persisten por una combinación compleja de acciones y omisiones de actores de todos los sectores, y sólo pueden ser solucionados a través de los esfuerzos coordinados de todos. Las iniciativas han generado progresos significativos en áreas como educación, abuso de sustancias, vivienda, obesidad infantil, empleo y polución. Según el artículo, cinco elementos deben ser tenidos en cuenta para que las iniciativas de Impacto Colectivo logren su objetivo: una agenda común, un sistema de medición compartido, actividades que se refuercen mutuamente, comunicación constante y un apoyo dedicado de una o más organizaciones independientes.
A pesar de los incentivos existentes y la capacidad única que las compañías ostentan para encarar cambios sociales a gran escala, raramente se involucran. Los autores identifican tres obstáculos que inciden en ese comportamiento: cuestiones de legitimidad de las compañías para participar; la generación de beneficios para los competidores; y la justificación de la inversión. Pero en todos los casos que se mencionan, las compañías obtuvieron sustanciales retornos económicos y observaron beneficios significativos para la sociedad, partiendo de inversiones de capital relativamente modestas. Resulta usual que los ejecutivos carezcan de la la visión necesaria para tratar la situación social, colaborar abiertamente con la sociedad civil y seguir una estrategia de largo plazo en cooperación con otros. Es indispensable que las empresas encaren iniciativas de Valor Compartido y de Impacto Colectivo ya que son actores esenciales para lograr solucionar problemáticas largamente relegadas y, a su vez, beneficiarse del impacto positivo en la sociedad.
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