El número de catástrofes naturales y las pérdidas económicas generadas por ellas, se ha incrementado notablemente en los últimos años. Desde 1982, el número promedio de desastres meteorológicos en Estados Unidos que alcanzan o exceden los mil millones de dólares en costos ha sido de 5 por año, de acuerdo al Centro Nacional de Información Ambiental (NCEI). En 2016 se han registrado 15 desastres que excedieron los mil millones, y en 2017 ya suman 5. El creciente nivel de los océanos, la mayor potencia de las oleadas y tormentas, las sequías e inundaciones y el calor extremo atentan contra los medios de subsistencia, los activos y la economía. Según el Banco Mundial, sin medidas de mitigación efectivas, el cambio climático podría arrojar a más de 100 millones de personas a la pobreza para 2030. De acuerdo al artículo publicado por la Stanford Social Innovation Review (SSIR) Connecting Climate Resilience to the Bottom Line, es momento de que las compañías observen más allá de las ganancias trimestrales y se enfoquen firmemente en marcos y estrategias que construyan resiliencia climática a largo plazo, entiendo a ésta como la capacidad de absorber perturbaciones manteniendo la misma estructura y formas de funcionamiento básicas, la capacidad de auto-organización y la capacidad de adaptarse a los estreses y los cambios.
Los autores remarcan que los inversores demuestran estar al tanto de la problemática y demandan mayor información acerca del riesgo climático de sus activos. En abril, BlackRock, la mayor administradora de activos del mundo, colocó al riesgo climático como una de sus mayores prioridades. Al mismo tiempo, es creciente el interés de empresas por avanzar en informes de mercado que sustenten las decisiones de invertir en activos y seguir estrategias que soporten el clima cambiante.
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Como la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera de la Tierra continúa aumentando -al tiempo que las economías principales y en desarrollo del mundo comienzan a tomar medidas para mitigar las emisiones-, las empresas y los inversionistas se enfrentan a una serie de riesgos climáticos. El Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con el Clima (TCFD) -dirigido por Michael Bloomberg- los clasifica como riesgos de transición y físicos. Los primeros se manifiestan a medida que la economía mundial evoluciona hacia un futuro con menor emisión de carbono. Los desarrollos de transformación en tecnología, regulaciones y mercados conllevan riesgos financieros y de reputación para los inversores. Por su parte, los riesgos físicos son el resultado de eventos climáticos severos y de cambios en los patrones climáticos, que pueden dañar los activos e interrumpir cadenas de suministro.
El artículo destaca que las corporaciones son un catalizador importante para escalar la inversión en la resiliencia climática, que puede abarcar tanto la mitigación del clima como las estrategias de adaptación. Un ejemplo resonante se puede encontrar en el ámbito de la energía: una iniciativa global llamada RE100 representa a un grupo de 88 compañías -entre ellas Google- comprometidas al 100% con la energía renovable. Según el Centro de Negocios Renovables, las compras corporativas de energía eólica y solar en Estados Unidos entre 2010 y 2015 crecieron más de 16 veces hasta alcanzar 3,2 gigawatts (GW). Asimismo, en ese país se agregaron 11,2 GW de capacidad de generación renovable para servicios públicos en 2015.
Google alcanzará su compromiso de 100 por ciento de energía renovable en 2017 y ya es el mayor comprador corporativo de energía renovable en el mundo. A su vez, también ha estado construyendo una sólida estrategia de resiliencia climática. Al hacerlo, se une a un grupo de grandes corporaciones que reconocen la importancia de incorporar el riesgo climático en la estrategia empresarial central. Google cuenta, además, con una serie de principios con los que se guiará en la toma de decisiones futuras sobre la resiliencia al cambio climático.
Muchas empresas líderes en sectores tradicionales como agricultura, transporte, comercio y seguros han comenzado a observar posibles beneficios en las estrategias de resiliencia climática. Es necesario que consideren los marcos que se desarrollan a través de la colaboración pública y privada, donde se cuantifica el beneficio de la resiliencia corporativa.
Los autores resaltan que en muchos aspectos el Acuerdo de París proporciona una hoja de ruta. Las empresas deben ser capaces de preguntarse cómo funcionaría su negocio con un calentamiento de 2 o 3 grados centígrados y qué inversiones deberían hacer ahora para resistir los riesgos de transición y físicos.
Enlace artículo: //ssir.org/articles/entry/connecting_climate_resilience_to_the_bottom_line