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Empresas con propósitos superiores

Durante los últimos años, el sector privado ha incorporado prácticas operacionales como la responsabilidad social empresaria (RSE) o el valor compartido -del cual ya hemos escrito anteriormente- con el objetivo de mejorar la competitividad y al mismo tiempo generar un impacto positivo en las condiciones sociales y ambientales de la comunidad en la que opera. A su vez, un nuevo concepto de negocios que rompe con el esquema tradicional, en el cual la razón de ser de cualquier compañía es maximizar la utilidad, ha irrumpido en el mundo y se encuentra en pleno crecimiento: las Empresas B o B-Corp. El término fue acuñado por B-Lab, una ONG estadounidense que las definió como un tipo de organización que usa el poder de los negocios para solucionar problemas sociales y ambientales. El concepto surgió en 2006, y en 2012 se constituyeron las primeras en América del Sur. Si bien el rol del Estado y la sociedad civil es fundamental, no resulta suficiente para dar solución a los principales desafíos globales. Por lo tanto, es necesario que las empresas sean motores de bienestar.

El potencial de las empresas B radica en la ampliación voluntaria pero vinculante del propósito de la empresa, que permite superar el compromiso de maximizar la rentabilidad financiera como foco central de la gestión empresarial. Para ello realizan modificaciones legales en sus estatutos con el fin de proteger su misión o propósito empresarial, y así combinar su interés público con el privado. Su objetivo es crear un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente, y su filosofía es que la mejor manera de provocar un cambio en esos aspectos es a través del mercado. En este sentido, las empresas B consideran las utilidades como la herramienta para lograr sus objetivos y no como un fin en sí mismas. La solución de problemas sociales y ambientales se realiza desde los productos y servicios que comercializan, desde sus prácticas laborales y ambientales, y desde su relación con las comunidades, proveedores y diferentes públicos de interés.

Entre las temáticas abordadas por estas empresas se encuentran el acceso a educación de calidad, consumo consciente y reducción de basuras, obesidad, reincidencia carcelaria, acceso al crédito, al agua potable, a energía y alimentos de calidad, regeneración de ecosistemas y valoración de la biodiversidad.

En general, estas compañías tienen tres orígenes: empresas que surgen para solucionar problemas sociales o ambientales, empresas tradicionales que deciden cambiar hacia este modelo, y fundaciones que deciden adoptar esta forma empresarial. Para considerarse una Empresa B es necesario obtener una certificación otorgada por B-Lab, y modificar los estatutos para incorporar el propósito de forma vinculante: deberá satisfacer ciertos estándares vinculados a su forma de gobierno interno, al trato a sus trabajadores, a su relación con el medio ambiente y a su inserción en la comunidad, lo que constituye la Evaluación de Impacto B. Estas empresas requieren adecuadas herramientas para medir el logro de los impactos sociales y ambientales, así como capital financiero y herramientas de gestión que compartan su filosofía.

La existencia de un número considerable de empresas que puedan prosperar bajo este modelo será una demostración práctica de que el sector privado puede desempeñar un papel constructivo en la solución de los problemas sociales y ambientales. Hoy en día la comunidad global está integrada por más de 2000 empresas B, pertenecientes a más de 130 industrias en 50 países. En América Latina ya existen 260.

Las empresas B están acaparando la ola de consumidores interesados en compañías sostenibles. De acuerdo a varios estudios, como El Imperativo de la Sostenibilidad elaborado por Nielsen, los consumidores aseguran que se encuentran dispuestos a pagar más por compañías y productos que demuestran un claro compromiso de sostenibilidad. Las ventas de bienes de consumo de esas empresas han crecido más de 4% a nivel mundial, mientras que las de los que no reúnen esas características lo hicieron por menos de 1 por ciento.

Un caso exitoso de empresa B, entre tantos otros, es Guayakí, compañía que gana dinero al mismo tiempo que mejora el medio ambiente y genera inclusión social. Produce energizantes naturales orgánicos, jugos, té y yerba mate. Su misión es regenerar 60 mil hectáreas de selva misionera en Argentina, Brasil y Paraguay con la inclusión social de 1000 familias campesinas e indígenas. Es una empresa que incorpora ese propósito en su estatuto y cada año tiene que demostrar cuántas hectáreas regeneró y cuantas familias se incorporaron a la cadena de valor.

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