Muchos gobiernos y organizaciones están modificando la forma en que se desarrollan: buscan ser más efectivos, eficientes y transparentes. Es por ello que adoptan iniciativas para mejorar su desempeño. No obstante, muchas veces no se produce un verdadero cambio. Incorporar una verdadera cultura orientada a resultados como medio para lograr el éxito puede resultar el camino adecuado.
A través de los años se han realizado modificaciones para mejorar la gestión. De acuerdo al Banco Mundial, en los años 70 los organismos internacionales de desarrollo y el sector público adoptaron modelos lógicos para planificar la utilización eficiente de los recursos de los proyectos. En los 90 se incorporó un método de cadena lógica en la gestión basada en los resultados para ayudar sistemáticamente a identificar objetivos, impactos, efectos directos, productos e insumos para seguir los resultados de las reformas del sector público. A partir del año 2000 los asociados en la tarea del desarrollo adoptaron la gestión orientada a los resultados en materia de desarrollo para aumentar la eficiencia y los efectos directos de la ayuda. En el decenio de 2010 se incorporó el seguimiento y la evaluación basados en los resultados en las actividades habituales de los gobiernos y organismos como instrumento esencial para medir los progresos relativos a los efectos directos de los proyectos y programas.
En ese sentido, el esquema de gestión por resultados apunta a lograr una mayor eficacia en las actividades, potenciar su impacto y generar mayor responsabilidad en los encargados de la gestión, otorgándoles mayor flexibilidad para gestionar los recursos, fomentando la rendición de cuentas -clara evaluación del desempeño con indicadores de eficiencia y eficacia- y el uso de incentivos en base a los resultados. Es una combinación de sistemas, valores y procedimientos para alcanzar más y mejores logros, con igual o menor cantidad de recursos.
La gestión por resultados enfoca a la organización a la realización de los objetivos deseados, con una transparencia plena en las operaciones y un monitoreo estricto de los resultados alcanzados. Toma en cuenta los distintos elementos del ciclo de gestión: planificación, presupuesto, gestión financiera, gestión de proyectos, monitoreo y evaluación. Plantea que es necesario dejar de lado el mero cumplimiento de funciones y actividades para orientarse al logro de resultados. Mientras la gestión tradicional busca fundamentalmente adecuarse a los recursos, las funciones y las normas existentes, este modelo pone el acento en las acciones estratégicas a desarrollar para lograr resultados previamente comprometidos, en función de los cuales se determinarán los productos y recursos necesarios.
Cuando en un organismo no se conocen claramente los objetivos y no existen indicadores del desempeño, o no se utilizan en la toma de decisiones, indudablemente no existe una cultura basada en los resultados. Como ya se dijo, es necesario enfocarse en los resultados que se desean -no en los insumos-, establecer metas claras y concretas, construir una cadena lógica que muestre los resultados deseados a diferentes niveles, utilizar indicadores de monitoreo para mejorar la implementación y usar la evidencia de evaluaciones para mejorar la toma de decisiones.
La gestión por resultados es clave para establecer eficientemente los presupuestos. En general se trabaja en el desarrollo de una metodología que permita evaluar los desempeños y poder identificar las debilidades. Este tipo de iniciativas invitan a repensar la gestión de organismos para asegurar procesos más transparentes que permitan un mayor control y que incentiven mejores desempeños.