Una nueva tendencia se hace presente cada vez con mayor fuerza en el sector de las inversiones: el deseo por generar impacto social o medioambiental, además de obtener ganancias. Es decir, no se pretende donar o perder dinero, sino que se busca poder financiar proyectos y obras que impacten de esa manera. A los que participan en esta corriente se los conoce como inversores de impacto y tienen la característica de estar dispuestos a recibir un rendimiento menor por la inversión en relación a proyectos tradicionales porque creen que el impacto social ya significa un retorno.
De acuerdo a la Global Impact Investing Network (GIIN), organización mundial referente en la materia, la inversión de impacto captó 77.400 millones de USD en el 2015, de los cuales el 10% corresponde a Latinoamérica, que cuenta con 78 fondos de este tipo. La primera en la historia de la región se hizo en 1997 y la mayoría realizó sus primeras inversiones 10 años después, a partir de 2007, que es cuando se empieza a hablar por primera vez de un nuevo término, conocido como “inversión de impacto”.
Imagen de: //www.socialimpacthub.org/resources/impact-investing/
Es importante resaltar que las inversiones de impacto apuestan por modelos de negocio económicamente rentables y eficientes, y presentan dos características relevantes: escalabilidad, en la medida en que buscan crecer y mejorar, además de servir de inspiración a otros emprendedores y ser replicados en otros lugares, y auto-sustentabilidad, en tanto que persiguen mantenerse por sí mismas a través de su propia capacidad de generar ingresos.
El sector crece a un ritmo acelerado y, a la vista de los riesgos del sistema financiero actual, parece atraer la atención de perfiles que buscan una rentabilidad menos volátil y más sostenible a largo plazo. Este tipo de inversiones está profesionalizándose y son muchos los fondos de inversión social o de impacto que están surgiendo. Se han incorporado inversionistas institucionales de la talla de Zurich y Goldman Sachs Asset Managment, que en 2015 adquirió a Imprint Capital, una consultora de inversión de impacto.
Las inversiones se encuentran en sectores tan variados como: agricultura, salud, vivienda, energía, educación, micro-finanzas y otros servicios financieros. Por ejemplo, una inversión de impacto podría ser un fondo de capital que invierte en empresas que proveen fuentes de energía solar descentralizada en África, como también una inversión inmobiliaria en Europa para desarrollar un complejo de vivienda social con estándares altos de sostenibilidad.
Para el desarrollo del sector es necesaria también la medición de impacto, la cual es vital para que los inversores y las empresas sociales puedan establecer sus objetivos y llevar a cabo su seguimiento.
A pesar de que la relevancia en cuanto a volumen total de inversiones todavía es muy pequeña, constituye una potente tendencia con la capacidad de modificar la actual asignación de capital de los grandes inversionistas. Es realmente importante generar un cambio en la visión de las inversiones para dejar de tratarlas como un mero vehículo económico no conectado con la crisis socio-ambiental actual. Los retos y problemas a los que se enfrenta la sociedad no pueden ser resueltos por solo unos pocos. Es necesario que a los negocios se los valore con criterios más allá de la rentabilidad.
La inversión de impacto en el mundo constituye una herramienta más para resolver los grandes retos de la humanidad, junto a otras iniciativas innovadoras como Valor Compartido (Shared Value), Collective Impact (Impacto Colectivo) y Empresas B, de las que hemos hablado previamente, y que marcan el camino para hacer frente a los desafíos. La urgencia con la que hay que abordar los grandes problemas sociales y medioambientales debería acelerar y consolidar estos procesos.
Para mayor información: //thegiin.org/ (Global Impact Investing Network)